Rafa J. Vegas: «La movida madrileña, salvo honrosas excepciones, era una cosa tremendamente pija. Hijos de papá que viajaba a Londres para traerse ropa y las últimas novedades discográficas»

Más de 30 años a la vera del padre del Rock urbano, pero ¿cómo te hiciste Rockero? 

Cuando íbamos con mis padres a veranear en agosto a Antequera, Málaga, coincidía con la feria. Mi tía nos llevaba a una caseta a ver las actuaciones. Eso sin duda despertó en mí el enteres por la música en vivo. En mi casa gracias a mi hermana se escuchaba mucho rock. Luego en el año 81 vinieron AC/DC a tocar a Madrid y fui a verlos. Ahí me enajené completamente y descubrí que eso era lo que quería hacer en la vida: subir a un escenario y tocar rock.

¿Cuáles son tus primeros recuerdos del rock Urbano? ¿Y de esa España? 

El rock urbano era la versión hispana de los grupos de rock principalmente británicos y norteamericanos. Era la alternativa rockera al heavy más tradicional. La España de esa época intentaba dejar atrás la dictadura de Franco pero su sombra era tan larga que todavía perdura. En el año ochenta la extrema derecha asesinó a Yolanda González que estudiaba en mi mismo instituto. En esa España había que labrarse un futuro.

¿Y cuándo y por qué decidiste ser bajista? 

Yo empecé con la guitarra pero como en cualquier otro oficio acabas ascendiendo. Ya, en serio, grabé una maqueta con el grupo con el que empecé. Toqué la guitarra y el bajo y de repente me vi más cómodo con el bajo. Me pareció que era un instrumento más discreto. Soy de carácter tímido. Me vino mucho mejor. Así que, en lugar de poner un anunció buscando bajista lo pusimos para buscar guitarrista. Transcurría el año 82.

Uno de tus primeros trabajos como músico fue con José Luis Moreno. ¿Cómo fue la experiencia? 

Fue para grabar las voces de la sintonía de un programa de televisión de variedades que se llamaba «Entre amigos» que él mismo presentaba. La canción “Rock Rockefeller” había sido un pelotazo en Italia. Grabó su parte con la voz del cuervo Rockefeller. Se presentó el cuervo solo en el estudio, a Moreno ni le vimos. Hubo que volver otro día a cambiar una parte que decía «todo marcha mal» por «todo marchará» era el año 83 y la censura estaba intacta. Lo bueno fue que nos pagaron otra sesión.

A principios de los 80, cuando el rock cogía vuelo, aparecen la movida y la new wave y cortan un poco la progresión del género, ¿qué recuerdas de esa época? 

Sí, eso que vino en llamarse aquí «la movida madrileña» que, salvo honrosas excepciones, era una cosa tremendamente pija. Hijos de papá que viajaba sobre todo a Londres para traerse ropa y las últimas novedades discográficas. Mira ahora a Fabio Macnamara sacando a su verdadero yo y paseándose con la bandera del pollo. Tengo la duda de si lo hace completamente en serio, aunque, hay cosas con las que no se debería jugar.  Por supuesto, el rock estaba excluido de todo eso.

¿Cómo te surgió la oportunidad de tocar con Rosendo? 

En la época que empecé a frecuentar estudios de grabación conocí a Luis Soler —que desgraciadamente falleció el año pasado— Rosendo estaba buscando bajista y Luis le habló de mí.

Siendo rockero, serias seguidor de Leño y de Rosendo, ¿cómo fue pasar de seguir a un ídolo a tocar con él? 

Un sueño cumplido. Quizás el más importante porque me ha permitido vivir de hacer lo que me gusta toda mi vida y a su vez cumplir otros sueños. Pero nunca he dejado de ser fan de su historia.

¿En qué situación te encontraste el grupo cuando entraste? Ibais a grabar “… A las lombrices” después de un disco que fue una decepción para la prensa y para los seguidores de Rosendo. 

“Loco por incordiar” había funcionado relativamente bien y hubo un bajón de ventas con “Fuera de lugar”. Por lo demás el disco no era ni mejor ni peor. Desde dentro no existe esa percepción de “decepción”. RCA estaba deseando sacarse a Rosendo de encima y nada mejor que dejar que los discos mueran comercialmente.  Con respecto al sector talibán de la prensa ya lo decía el poeta: “sabes que tu opinión cabe en un sobre” pero de todo hay en la viña del señor satán.

¿En 1988 grabas tu segundo disco con Rosendo “Jugar al gua” donde Rosendo deja la multinacional RCA y firma por la independiente “Twins”, ¿cómo fue este cambio? ¿Qué nos puedes contar de este disco? 

Yo me enteraba de esos asuntos porque Rosendo me lo contaba. Esas son cosas entre el artista y la discográfica. Si hay armonía y voluntad el disco funcionará y esto se traduce en que habrá más conciertos y eso sí me afecta. Por lo demás para mí no había ninguna diferencia salvo las canciones. Doy siempre lo mejor. Me da igual quién ponga la pasta para grabar. Ese disco en general suena más endeble en cuanto a producción que “A las lombrices” aunque comercialmente funcionó bastante mejor. Para que veas las contradicciones que tiene este negocio.

En este disco se percibe una mayor madurez de Rosendo, evolucionando, pero manteniendo sus señas de identidad.

Intuyo la pregunta. Me reitero en que esa percepción no se tiene desde dentro. Rosendo traía las canciones en guitarra y voz. Luego se le ponía el resto y se grababan. Uno estaba muy entretenido en eso como para pensar en evoluciones artísticas. 

El 31 de octubre de 1989 grabáis en una abarrotada sala Jácara de Madrid el primer disco en directo de Rosendo? ¿Qué recuerdas de ese concierto? 

Creo que es el mejor disco en directo de Rosendo.  El ambiente era tremendo. El repertorio estaba muy bien escogido y las canciones estaban muy bien ubicadas. Eso, creo que no se llegó a superar, sin embargo, el público si se superó, lo que tiene un mérito enorme.

Según he leído la ubicación de la Sala no gusta mucho a vuestros seguidores.

No gustó a los sectores más fundamentalistas. No soy partidario de los nacionalismos y menos aún de los de barrio. Y los locales, locales son. Es la gente que acude, la que le da caché a los sitios. The Communards, por ejemplo, y con todos mis respetos, nunca podían haber tocado en la Canciller, sin embargo, Rosendo sí se podía permitir tocar en la Jácara.

El disco se graba en Madrid, aunque la idea inicial era ir a grabarlo a Moscú, ¿cómo se gestó esa idea? ¿Por qué no se llevó a cabo? 

Aquello fue una flipada del director de su discográfica. La Unión Soviética estaba ya en franca decadencia. Por lo visto todas las gestiones caían en una espiral de burocracia que las malograba. Lo que pasó es que al final se impuso el sentido común.

Este disco en directo se llegó a publicar en Japón. ¿De quién fue la idea?

Pues otra flipada de la discográfica. Transcribieron las letras de lo que se oía en el disco. El resultado fue desternillante. Aunque supongo que la intención era buena. Simplemente anecdótico. Lo cuento en “Mil maneras de volver al hotel”. En el siguiente libro “Sin miedo al despido” cuento la anécdota completa. Se los recomiendo.